Un viaje en metro

Suelo moverme por la ciudad en mi propio coche, así que cuando me toca dejarlo para la revisión y usar el transporte público lo veo como una aventura. Me fascina la gente con la que me cruzo y no dejo de observar con curiosidad todo lo que sucede a mi alrededor.

La gente en general va a sus cosas. Quizá viajen hastiados de repetir cada día el mismo recorrido y por eso se sumergen en sus libros o en las pantallas de sus móviles sin prestar atención a lo que pasa más allá.

El reloj del andén dice que faltan cuarenta segundos para que llegue mi metro. Desde mi posición veo que el reloj del andén de enfrente muestra una cuenta atrás similar pero algo más avanzada. Su tren llegará un poco antes y la gente ya se está preparando para abordarlo.

No todos, en realidad. Hay una chica joven, muy atractiva, que aguarda sentada en uno de los bancos. Apoya sus manos en un bolso de bandolera estilo hippy que tiene en el regazo. No hunde su mirada en un libro sino que la tiene fija enfrente, en mi andén.

A mi derecha.

En el banco que hay situado unos metros más allá hay un hombre que ronda la treintena y que viste un elegante traje. Es tan… inadecuado. Ella parece una estudiante universitaria mientras que él podría ser un prometedor ejecutivo de banca.
Se miran con fijeza, ajenos a todo.

SORPRESA.
Coincidiendo con el aumento del ruido del tren que llega al otro andén, la chica ha comenzado a arrugar sus labios en un beso silencioso, pero se ha detenido inmediatamente. Aunque he girado mi cabeza a toda velocidad buscando la reacción del hombre no he apreciado nada.

SÍ PASA ALGO:
Él ha empezado a hacer gestos con una mano. Como si contara con los dedos, pero sin ser eso exactamente.
Ella responde con movimientos similares. ¿Se trata de algún lenguaje? Lo cierto es que no me había planteado que se conociesen. ¿Estarán flirteando?

El tren se detiene en el andén de enfrente y dejo de verla. El vagón va bastante lleno y no se aprecia a través de las ventanas si ha llegado a subir. Con un soplido, el convoy se pone en marcha al mismo tiempo que las luces del mío anuncian que entra en la estación.

—¿Te ha gustado lo que has visto?
De lo cerca que está mi interlocutor noto el aire caliente en mi nuca.

Y de pronto, la NEGRURA.

Vuelvo en mí sentado en el andén, esperando mi tren. Podrían haber pasado unos minutos, o quizá horas.

El contacto está en el sitio previsto. Enfrente. Mis dedos comienzan a transcribir el código de forma automática.

#CuentosAntracita

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